LA DESARTICULACIÓN DE LOS MEDIOS DE PROPAGANDA

Lucía Draín


El Engaño sustituye a la Fuerza 

La insólita destrucción de objetivos civiles y militares en EE.UU está proyectando sobre la población mundial el paroxismo de los denominados medios de comunicación. Una buena ocasión para el análisis de su función política en el modelo hegemónico, la democracia liberal. Disponemos de otra oportunidad para presenciar el triste "espectáculo" de la función paramilitar de los medios cuando su régimen político se ve involucrado en un conflicto armado -en este caso con alguna novedosa particularidad histórica. Oportunidad también, al ser probable que sectores de la población -habitualmente desinformados y apáticos- perciban con más claridad en sus canales de información los elementos de intoxicación, hipocresía o amnesia histórica. Sin duda es una gran oportunidad.

Aunque el análisis debe afrontarse con ciertas precauciones. No podemos ignorar que el mencionado paroxismo mediático es una singularidad en el tiempo, su estudio sólo es significativo en disciplinas como la inteligencia militar o la guerra de información. El análisis de los medios de propaganda, desde una perspectiva demócrata radical, conduce a conclusiones útiles sólo cuando se estudia su comportamiento rutinario, su acción política diaria. En este sentido es más significativo, por ejemplo, el análisis de la propaganda rutinaria sobre el movimiento antiglobalización, que el de la singularidad de los "sucesos" de Génova/2001.

Esta salvedad permite presentar con más precisión cómo el análisis de los medios de propaganda se relaciona con el principal "logro" de la denominada democracia liberal. La antropología cultural explicará a nuestros descendientes que la democracia liberal sustituyó la Fuerza por el Engaño, explicará que esta mutación es el elemento estabilizador que convenció a las élites para transitar, conservando sus privilegios, desde los totalitarismos históricos -monarquías y dictaduras de diferente pelaje. Una lenta mutación -con sus altibajos y localismos- que se extiende sobre el siglo XX; cuyos hitos más visibles se situaron en la progresiva concesión del sufragio universal y en la actual hegemonía de la democracia liberal, evolución inacabada que nos amenaza hoy con nuevos retos -de ellos tratarán estas líneas. Las élites nunca habrían permitido el sufragio universal si paralelamente no se hubiese desarrollado la ingeniería del consentimiento, si no se hubiesen experimentado y validado los mecanismos de fabricación de mayorías.

La alusión a la antropología cultural no es gratuita -por que no estamos describiendo ninguna conspiración organizada. En realidad estamos hablando de un proceso cultural que se ha estabilizado, como ha ocurrido con tantos otros hitos culturales  -desde el canibalimo azteca a la monogamia  (no podemos evitar un recuerdo emocionado por el ausente Marvin Harris). Y en la denominada democracia liberal, el principal elemento de estabilización  -elemento de máxima inercia-  es la sustitución de la Fuerza por el Engaño.

Algunos breves ejemplos clarifican el mencionado proceso. El sufragio universal masculino en España se estabilizó en paralelo al sistema de turno que basaba la falsificación del recuento por los alcaldes -algo semejante al venezolano "acta-mata-voto" prechavista. La evolución de los sistemas electorales se ha ajustado a las necesidades de las élites: en Italia existió un sistema proporcional puro sólo mientras fue necesario impedir la victoria comunista (la Francia gaullista tuvo piruetas semejantes); por doquier se estabilizan sistemas electorales de baja proporcionalidad conforme se logra un régimen nominalmente bipartidista -realmente, regímenes de conglomerado único. En nuestra triste España las listas electorales han convertido a los partidos políticos en sectas laicas, y terminan sitúando las verdaderas elecciones varias semanas antes, cuando las élites políticas redactan las dichosas listas.

El desaliento entre los demócratas españoles se multiplica al recapitular los principales derechos políticos: la mayoría de los derechos de democracia directa se encuentran en estado paupérrimo, y la tecnología política del Poder Constituyente puede considerarse inexistente. Después de tantas décadas, es una evidencia que la denominada democracia liberal se caracteriza por reducir al mínimo indispensable las libertades políticas (derechos populares constituyentes, sistemas electorales y democracia directa) al tiempo que cacarea un amplio abanico de libertades públicas  -con un desarrollo real muy discutible, especialmente para el pensamiento liberal y el libertario. De hecho la propia distinción entre libertades políticas y públicas es  un tabú doctrinal que el Régimen evita deliberadamente. Pero lo cierto es que la ausencia de libertades políticas convierte las libertades públicas en simples concesiones del Régimen, sometidas a todo tipo de contracciones e interpretaciones según los intereses coyunturales de las élites (los ejemplos son tan numerosos que resulta dogmático negar esta evidencia).

Hablamos de un Engaño polimórfico que se materializa no sólo en el raquítico desarrollo de las libertades políticas que hemos expuesto sucintamente; si no también en el vaciado democrático a todos los niveles. Vaciado por arriba, desde macroestructuras políticas como la Unión Europea hasta el déficit democrático que imponen las instituciones de la globalización o los supuestos derechos de las corporaciones multinacionales. Vaciado a ras de tierra, con la proliferación de asociaciones que el Régimen proclama como representantes de colectivos tan amplios como consumidores, internautas o estudiantes; o la subcontratación de responsabilidades políticas en ONGs y otras formas de asociacionismo promovido.

La minoría demócrata asiste con desaliento a la prostitución del concepto y de la propia palabra "democracia" por parte de la denominada democracia liberal. Su apropiación es piedra angular en la sustitución de la Fuerza por el Engaño, elemento central de la ingeniera del consentimiento; pero la lucha de los demócratas radicales hace frente a un creciente peligro. El efecto político de los medios de propaganda no es un problema nuevo -ya ha sido descrito por numerosos intelectuales; sin embargo, nuestra generación afronta el problema en unas inesperadas y gigantescas dimensiones - tal vez sólo previstas por Guy Deboard.  Es cada vez más evidente que los medios de propaganda son capaces de envolver a la población en realidad virtual, alienando no sólo las conciencias si no también los propios sentidos físicos

El mencionado proceso cultural también ha ido transformando la estrategia mediática. En su acción rutinaria los medios de propaganda han ido abandonando la mentira y la intoxicación en favor de la estrategia del silencio; los medios de propaganda "modernos" hace un elegante uso de esta estrategia y sólo aquellos medios de rancia tradición -habitualmente herederos de algún tipo de dictadura, aka ABC- persisten en los ridículos modales de la propaganda directa. La democracia liberal -nuestro Régimen- se ha rodeado de una tupida red mediática en la que se escenifica pluralidad, se escenifica la confrontación entre los grupos elitistas; se promueven fórmulas de debate sobre los más diversos temas "populares" -fórmulas habitualmente más próximas al espectáculo que a la razón. Aparentemente el Régimen rebosa pluralidad. Pero esta bulliciosa actividad dialéctica no es capaz de ocultar las importantes regiones donde se extiende una sospechosa unanimidad, que contrasta -blanco sobre negro- con la supuesta pluralidad del tinglado mediático. ¿Cómo es posible que en este vergel de pluralidad existan regiones de unanimidad tan estricta?, ¿cúales son las zonas de sombra de tan luminoso espectáculo?

En un esfuerzo de síntesis se pueden identificar tres grandes ámbitos donde los medios de propaganda actúan diariamente, sin concesiones de ningún tipo: la autolegitimación democrática del Régimen, sus conflictos armados  y el modelo económico hegemónico: el capitalismo globalizado. Es en estos ámbitos donde la población es adoctrinada con severidad, rutinariamente, mediante la estrategia del silencio. Estrategia que sólo se ve alterada por singularidades como sucesos bélicos o hitos violentos, situaciones en las que los medios asumen una responsabilidad puntual con su Régimen, realizando la función paramilitar de intoxicar al "enemigo" y  a su propia población.

Estas singularidades no deben desviar nuestra atención en el análisis político del silencio mediatico. Por increible que parezca la memoria media del consumidor mediático es de cuatro días. Cuatro días. La táctica del silencio varía desde el ocultamiento de la información hasta la ausencia de seguimiento o de perspectiva histórica - siempre en simbiosis con los intereses elitistas del Régimen. Y es que el silencio posee una doble virtualidad; no posee los riesgos de la mentira al descubierto, y sobre todo deforma la percepción de la realidad. Ni se ama. ni se odia lo que no se conoce; no existe opinión política en el vacio mediático. La estrategia es impecable: la población no opina sobre lo que no conoce, no elige lo desconocido, odia "justamente" sólo el dolor que le muestran, ... la población queda sumergida en el actual autismo sociocultural. Realidad Virtual. Por no abandonar nunca el terreno de lo concreto, podemos proponer unos breves ejemplos como son el desconocimiento total en la sociedad española de la existencia del MST brasileño, o de los continuos crimenes políticos en Latinoamérica; o el ocultamiento de la verdad de los sucesos fascistas de Génova/2001, o la presentación diaria del genocidio palestino, o las rocambolescas explicaciones de los estragos económicos en Argentina, o la patética presentación del golpe de estado en Venezuela/2002.

Con todo, para cualquier demócrata destaca dolorosamente la continua autolegitimación democrática del Régimen. En este aspecto, el mensaje silencioso de sus medios de propaganda es claro: "en lo democrático hemos tocado techo", "nuestro sistema politico, la democracia liberal, puede satisfacer las aspiraciones de un demócrata" ¿Cómo no sentir dolor por esta agresión intelectual?, ¿cómo pueden adoctrinar a la población mundial con semejante desinformación?, cuando en realidad no "tocamos techo" si no padecemos un Régimen que se niega a crecer democráticamente. La única libertad política que típicamente disfrutamos son elecciones legislativas -de baja proporcionalidad y/o de listas bloqueadas, normalmente sin primarias, y siempre con severas taras financieras y mediáticas. Todas las demás libertades políticas suelen estar prohibidas. Prohibidos masivamente los derechos de democracia directa: referéndum vinculante, iniciativa popular legislativa sin restricciones, iniciativas populares al referéndum, o a la ratificación de tratados internacionales, o a la derogación de leyes, o a la revocación de cargos públicos, ... Prohibidas con frecuencia las elecciones a otros poderes y a la propia jefatura del estado. Prohibidos mecanismos como el denominado derecho de autodeterminación, o el presupuesto participativo. Y ante todo, están prohibidos los derechos populares constituyentes, cuya ausencia deslegitima irrevocablemente al Régimen.

En pocas líneas hemos circulado por tres rincones oscuros: en primer lugar la extensa prohibición de libertades políticas que los vendedores de aceite de serpiente logran camuflar con canijas libertades públicas, en segundo el creciente vaciado democrático y en último lugar la letal acción de los medios de propaganda en la formación de realidad virtual. ¿Cómo no sentir dolor ante la impune responsabilidad de las élites mediáticas  -propietarios y altos trovadores- que ocultan semejante subdesarrollo y adoctrinan a la población en las excelencias democráticas del Régimen?

Este breve análisis del silencio mediático no estaría completo si no se realiza en paralelo el análisis de la estructura material de los cinturones mediáticos. La severidad doctrinal de los medios es proporcional a la cantidad de población bajo control; proporcionalidad muy coherente con la estrategia que ha sustituido la Fuerza por el Engaño. En las denominadas democracias liberales es posible encontrar reductos claramente subversivos, medios alternativos o populistas descarados, siempre consentidos mientras mantengan su corto alcance, pero en cambio los nodos mayoritarios son controlados con firmeza. Admiten panfletos incendiarios en las calles, pero despiden a equipos completos de televisión por defectos formales en un documental. Por su alcance popular, los medios más intervenidos son la televisión y radio, así como la industria cinematográfica y la editorial educativa; en estos medios se produce la más firme presión sobre los ámbitos doctrinales, al tiempo que se escenifica la supuesta pluralidad en forma de debates "menores".

La cobertura mediática es a su vez proporcional a la necesaria infraestructura tecnológica y financiera; infraestrucutras sólo al alcance del propio Régimen o de sus conglomerados industriales-financieros. El esfuerzo financiero para abrir un diario de cobertura nacional es muy elevado, pero la apertura de cadenas de radio y televisión -así como la producción cinematográfica- suponen inversiones desorbitantes. Existe una clara proporcionalidad  entre las necesidades financieras y la cantidad de población controlada; exactamente la misma proporcionalidad que liga ambas magnitudes con la severidad doctrinal que el Régimen exige. ¿Podemos esperar que el carácter mercantil sea garantía de imparcialidad, podemos esperar que la lógica del beneficio nos ayude a vigilar y reclamar nuestros derechos políticos? En este sentido merece la pena señalar que no es frecuente la estrategia española de prohibir emisoras audiovisuales que carezcan de licencia política -de hecho esta situación criptofascista desaparecerá tarde o temprano. Es en cambio más frecuente apoyarse en el carácter mercantil de las emisoras; los vendedores de audiencia suelen ser compañías de conglomerados industriales-financieros propiedad de las mismas élites que terminan acomodandose en las instituciones políticas. En fin ... es patética la supuesta preocupación de la élite mediática por la libertad de expresión, cuando la libertad de difusión es simple cascarilla.

Estamos describiendo una densa niebla, donde la minoría demócrata siente vértigo político al preguntarse: ¿de qué sirve la lucha política por lograr mejores sistemas electorales, por conseguir derechos de democracia directa, por aspirar a liberar el Poder Constituyente, ... de qué nos sirve si su hipotético disfrute se ejercerá en Realidad Virtual?, ¿para qué querría la población un buen puñado de libertades políticas si esa amplía capacidad de decisión estaría castrada por la ausencia de información? Escalofriante pregunta para un demócrata, que sólo admite una respuesta: la lucha contra los actuales medios de propaganda es prerequisito para el disfrute de las libertades políticas. Y así, paradójicamente, el logro de derechos políticos pierde la categoría de objetivo máximo de los demócratas radicales, dadas las descomunales dimensiones que han alcanzado los cinturones mediáticos.

De la misma forma que las libertades públicas son material plástico en ausencia de  libertades de políticas, estas últimas son simple cascarilla si se ejercen en Realidad Virtual. En uno de los peores escenarios de historia-ficción, se podría dar un proceso de concesión de libertades políticas conforme las élites se convencieran de la eficacía de la mejor arma política: sus medios de propaganda. En un largo proceso cultural como el que culminó con el sufragio universal, las élites  pueden perder el miedo a los derechos constituyentes o al referéndum vinculante, o por poner otro ejemplo, a la concesión de la iniciativa popular a la revocación de cargos públicos. Podrían perder el miedo siempre y cuando se  sientan capaces de envolver a la población en realidad virtual. Por supuesto, serían necesarias varias generaciones -ensayo y error- en aproximaciones sucesivas, aflorarían localismos y otras especificidades. Terrible escenario, que nos demuestra hasta qué punto la desarticulación de los actuales medios de propaganda es un prioridad política para los demócratas, incluso antes que los propios logros formales.

 

La desarticulación de los medios de propaganda

Obviamente, el pacifismo político que subyace en la democracia radical asegura que la desarticulación de los medios de propaganda no tiene el mismo significado que para los ejércitos del Régimen. Es decir, no estamos hablando de la destrucción violenta de los edificios de los medios de comunicación, como en Serbia o en Afganistán -hechos, que por otro lado, demuestran que no somos los únicos que  perciben su mencionada función paramilitar. Sin embargo, si es cierto que la desarticulación de los medios de propaganda debe encararse con una fuerte agresividad dialéctica en el terreno cultural y político. El debate sobre la desarticulación de los medios debemos transladarlo agresivamente al terreno de la tecnología politica; al planteamiento de propuestas concretas por inalcanzables que puedan parecer. Las propuestas se sitúan en dos ámbitos, el cultural y el político.

En el ámbito cultural debemos abordar un objetivo de profundo calado; hablamos de la degradación ética de los actuales medios de comunicación. Los medios han disfrutado históricamente de patente de corso en la credibilidad popular. Y aunque las grabaciones audiovisuales no son ya admitidas en un proceso judicial no politizado, bastan unas pocas imagenes, una foto, una voz en "off", ... para envolver en Realidad Virtual a los consumidores mediáticos. El prejuicio que opera sobre tantas personas se apoya en la falsa creencia de la imparcialidad de los medios, en la supuesta ausencia de intereses comunes con el Régimen, en percibir la información recibida o silenciada como el producto objetivo de profesionales independientes. Este absurdo prejuicio sitúa el consumo mediático en pie de igualdad al consumo alimenticio o de cualquier otro tipo; es decir, mayoritariamente la población siente el consumo mediático como algo en principio inócuo. Nuestra actividad dialéctica debe ser beligerante, buscando reducir la categoria moral que disfrutan los medios de propaganda.

La invocación a la beligerancia dialéctica no es producto de un paroxismo injustificado. Todo lo contrario, su justificación reside en la mayúscula infraestructura desde donde los medios de propaganda del Régimen están socavando toda expectativa de crecimiento democrático. Si el lector escéptico alberga alguna duda sobre su gigantesco grado de desarrollo, le recomendamos que intente conocer la estructura empresarial y corporativa de los cinturones mediáticos más frecuentes -el cinturón imperial alimentado por los nodos norteamericanos y el propio cinturón nacional del lector. Recomendamos que intente averiguar los intereses industriales y financieros de sus propietarios, y recomendamos que intente descubrir los lazos simbióticos entre las élites.

Pero al volumen cuantitativo deseamos añadir una reflexión cualitativa que nos ayuda a precisar la gravedad del problema, y para ello retomamos el análisis en términos de proceso cultural. Como todo proceso cultural es un sistema realimentado, pero con una caracteristica muy singular que le confiere máxima estabilidad; al igual que el desarrollismo económico hablamos de un proceso donde los medios coinciden con los fines. En ocasiones, se ha planteado la hipótesis de que la principal institución del actual Régimen son sus propios medios de propaganda, o al menos que existe la tendencia a irse convirtiendo en la institución central de-facto. Esta terrible hipótesis plantea un proceso cultural donde el régimen político terminan coincidiendo con sus medios de propaganda, donde los actuales lazos simbióticos terminan transformándose en identidad. Un nuevo logro de la ingeniería del consentimiento que tensaría más aun, si cabe, nuestro nudo gordiano.

El objetivo de la degradación moral de los medios de comunicación, planteado radicalmente, debe lograr insertar en la población el sentimiento de que la actividad mediática es interesada por propia naturaleza, que los contenidos difundidos o silenciados coinciden siempre con los intereses centrales del Régimen (su autolegitimación democrática, sus conflictos armados y su modelo económico), que la pluralidad sólo se escenifica sobre temas menores, que en definitiva el consumo de medios de propaganda es nocivo para el desarrollo intelectual del individuo. Los medios de propaganda -como arma politica de la denominada democracia liberal- quedarían en algún grado desarticulados cuando importantes sectores de la población dejaran en suspenso la credebilidad de toda información recibida. En pocas palabras, se debe lograr que la población abandone la actual presunción de inocencia de la que disfrutan los medios.

Es muy probable que toda persona que alcance esta convicción también abandone el consumo de medios de propaganda, es probable que prefiera recibir un caudal mínimo de información antes que ser sumergido en Realidad Virtual; muy a pesar de la innata voracidad del ser humano por la información. Precisamente por ello, la desarticulación de los actuales medios de propaganda requiere que establezcamos propuestas sustitutorias, de forma que la degradación moral de los actuales medios no sea equivalente a un nihilismo inoperante. En este punto nos introduciremos en las propuestas políticas orientadas a favorecer la desarticulación.

El carácter mercantil es una de las piedras angulares que sostiene el arma propagandista del Régimen. Operando en un doble sentido. Por un lado la mencionada actividad simbiótica entre la élite mediática y política, y por otro lado la fuerte jerarquización y  autoridad absolutista que conlleva la propiedad privada en los medios de producción. Los interéses mercantiles que esperan ser correspondidos se extienden desde la propia cuenta de resultados de los centros de producción mediática, hasta la pléyade de intereses industriales y financieros de sus propietarios. El Régimen dispone de inacabables recursos para alimentar sus criaturas: desde la contratación de propaganda institucional hasta los mil rincones donde la legislación y la contratación pública pueden "moldear" la frágil voluntad política del propietario.

No es menos grave el filtrado de la carrera profesional de los comunicadores, adaptados a su ácido entorno laboral mediante la suave autocensura que preside las relaciones entre asalariados y propietarios. Aunque en honor a la verdad, la agenda mediática -silencios y contenidos- no es responsabilidad exclusiva de los profesionales de la comunicación, el grueso de la información se confecciona principalmente en unas pocas agencias -verdaderos nodos de realidad virtual; en difusión descendente desde el cinturón imperial hacia los cinturones nacionales y locales. Sin embargo, resulta difícil obviar la responsabilidad política de los adinerados profesionales "mejor situados".

Nuestra principal propuesta política afronta directamente los anteriores problemas. En democracia, los medios de comunicación deben convertirse en organizaciones sin ánimo de lucro, instituciones autogestionadas por sus trabajadores donde queden desactivados tanto el carácter mercantil como el absolutismo laboral en los medios privados de producción. Existen modelos semejantes; a nadie le extraña que la gestión del transplante de órganos se realice sin ánimo de lucro, o pocas personas reclaman que el mercado regule "libremente" el precio de los medicamentos; igualmente una mínima profilaxis intelectual debería eliminar el carácter mercantil en los medios de comunicación. La ausencia de ánimo de lucro, como precepto legal o incluso constitucional, puede convertirse en toda una garantía de futuro crecimiento democrático.

La propuesta es utópica. Pero su profundidad utópica no reside en dificultades políticas o sociales, si no en el gigantesco desarrollo mercantil que han alcanzado los medios de propaganda. El análisis de la propuesta incluye aspectos que no podemos abordar en este documento, como son las costosísimas infraestructuras tecnológicas o los mecanismos legales de independencia política. Sin embargo, ni la ausencia de un análisis más detallado, ni la vertiginosa sensación de la utopía pueden hacernos olvidar que no existen prácticamente propuestas políticas para afrontar el descomunal problema que sumerge hoy a la población en Realidad Virtual.

La producción intelectual sobre este tema, en términos de tecnología política, es limitadísima. En cambio, es frecuente el análisis en términos de filosofía política o la acumulación de evidencias como la montaña construida por nuestra querida "hormiguita" Noam Chomsky. Por ello, una propuesta tan concreta como la autogestión no-mercantil de los medios debe ser especialmente valorada por su propia rareza, por la sequía de banderas políticas con las que hacer frente a los medios de propaganda del Régimen.